El Puente Colgante


En nuestra ciudad siempre ha habido dos fronteras que la han dividido, una artificial, como es la de las vías del tren, y otra natural, como es el curso del río Pisuerga.

En cuanto a la creada por la mano del hombre, sucesivos proyectos defendidos por representantes políticos de diferente signo ideológico, han tratado de eliminarla o al menos que su impacto sea el menor posible, sin que a día de hoy llegue a darse una solución completa a este problema, pero en cuanto a la frontera fluvial, siempre se ha tenido muy clara la solución, que no ha sido otra que la de construir puentes y pasarelas que comuniquen ambos márgenes del río.

Desde los tiempos de la fundación de la ciudad, Valladolid ha contado con un solo puente sobre el Pisuerga, vía que fue adecuada y suficiente durante varios siglos. Sin embargo, las necesidades de los nuevos tiempos, hicieron obligatoria la creación de nuevas vías de comunicación.

Vista del Puente Colgante en 1865, poco después de su inauguración

La historia de “El Puente Colgante” comienza en 1851, cuando bajo la iniciativa de José de Salamanca y Mayol, se publicó el manifiesto en el que se exponía la necesidad urgente de la instalación de un segundo puente en el emplazamiento que ocupa hoy día para mejorar las comunicaciones interurbanas, en concreto, la ruta Valladolid-Salamanca y Valladolid-Calatayud, de ahí la intervención económica en el proyecto y construcción del puente por parte del estado, en forma de subvenciones.

Para su construcción, se eligió el diseño de un puente colgante.

Vista del Puente Colgante en 1873

Elaborado por Andrés Mendizábal Urdangarín, el proyecto presentaba soluciones novedosas para los problemas que se planteaban, simplificando la estructura para aligerar su peso, eliminando puntos de unión en el cable para evitar la corrosión y los consiguientes problemas en su mantenimiento, e incluía una gran novedad en la época: el galvanizado del cable.

Además, para mejorar el mantenimiento del puente, se adosó un andamio móvil para vigilar la parte inferior de la plataforma de madera, y un pequeño depósito de agua para regarla y evitar incendios.

Todo ello por tan solo 666.049 reales de la época.

Las obras se iniciaron en octubre de 1852, pero no llegaron a terminar nunca.

En 1854 se suspendió la ejecución de la obra habiéndose construido solamente los estribos, al retirar el Gobierno el dinero asignado al proyecto “por dificultades técnicas y económicas”. Esta falta de apoyo económico en la creación de infraestructuras en nuestra ciudad… ¿no os suena a otros proyectos más cercanos a nuestro tiempo?

A pesar de seguir convencido de que la mejor opción era la del puente colgante, en este mismo año, Mendizábal presenta un nuevo proyecto en el que trataba de utilizar lo ya construido, basándose en el “sistema Vergniais”, que para entendernos los ignorantes en la materia, consistía en utilizar un pontón de madera sujeto por una estructura de hierro en ambos lados, reforzando la estructura con otros arcos de hierro en todo su recorrido.

Este proyecto tampoco convenció a los que manejaban el dinero.

De esta forma llegamos a 1864, cuando se presenta el proyecto de puente “bowstring”, que finalmente es el que se decide construir.

Vista del Puente Colgante en 1910

Este sistema de construcción vio la luz en la Exposición Universal de París de 1855, donde fue presentado en sociedad como una gran novedad en los inicios de “la fiebre del hierro”, ya que, en esta época, este metal estaba empezando a ser la estrella de los materiales de construcción en Europa. No os olvidéis de que estamos cerca de la época de Eiffel.

Lucio del Valle, conocedor de esta técnica de construcción basada en la utilización del hierro, fue el encargado de llevar a cabo este proyecto, convirtiendo a Valladolid en la primera ciudad española en contar con un puente de este estilo, colocándola de esta forma en la vanguardia de la construcción con hierro en España, una muestra más de la pujanza económica de nuestra ciudad a mediados del Siglo XIX, ya que Valladolid era uno de los centros neurálgicos de la industria en nuestro país.

Prueba de ello, es el contenido de la resolución en la que se acuerda elegir este proyecto, que decía “su aspecto es más bello y de carácter más monumental y más apropiado para una capital tan importante como la de Valladolid”.

Al ser el primer puente de este estilo que se levantaba en España, hubo que encargarse su fabricación al Reino Unido, en concreto a los talleres John Henderson Porter de Birmingham, iniciando un periplo para transportar las piezas desde Liverpool hasta Bilbao, y desde allí a nuestra ciudad, donde se montó en apenas siete meses, para por fin, ser inaugurado el 19 de abril de 1865 con una solemne misa y las correspondientes bendiciones.

Inscripción de los talleres donde se construyó el Puente Colgante, que aún hoy se conserva en el propio puente

Sin embargo, no tardaron en hacerse necesarias las obras de conservación.

En 1869, ya hubo que reparar el tablero de madera que servía de plataforma de paso, y en 1889 se reforzó el mismo, hasta que ya en 1916 fue sustituido este tablón por un firme convencional.

La última obra significativa que sufrió se llevó a cabo en 1995, cuando se sustituyó la calzada de asfalto por unas rejas metálicas para aligerar el peso que soportaba el puente. Posteriormente, se pintó toda la estructura metálica de color negro, en sustitución del color marrón oscuro original.

Como nota curiosa, y que probablemente muchos vallisoletanos recordarán, hasta finales del Siglo XX estuvo colocado un cartel en el que se prohibía el paso a tropas marcando el paso. El motivo de esta curiosa advertencia estaba en la propia estructura del puente, ya que la vibración ocasionada por este tipo de desfiles, podía provocar que se aflojaran los tornillos del puente.

Entrada al Puente Colgante

Por último, y como habréis podido deducir de lo que os he contado, a pesar de que todos le llamemos “Puente Colgante”, e incluso siendo este el nombre de la calle en la que está situado, no es un puente colgante, sino que simplemente se mantiene el nombre del proyecto original que nunca llegó a construirse.

 

 

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