La Casa Mantilla
La Casa Mantilla es uno de los edificios más emblemáticos y con más flema de la ciudad. Enclavado en uno de los lugares más privilegiados de Valladolid, en plena Plaza Zorrilla y frente al Campo Grande, es el mejor ejemplo de la arquitectura burguesa de finales del XIX, y sus viviendas siguen estando aún hoy entre las más caras de nuestra ciudad.
Los terrenos sobre los que hoy se asienta la Casa Mantilla, estaban ocupados por diferentes edificios que en algunos casos databan del siglo XVI. Entre ellos, el Hospital de la Resurrección, que desde 1553 se venía dedicando a la atención de pobres y enfermos, y cuyo último rastro es un pedazo de su portada, el que actualmente está adosado en la pared lateral del jardín de la Casa Cervantes, lugar elegido para su colocación porque este hospital era donde Miguel de Cervantes situó la acción de su obra “El coloquio de los perros”, como nos recuerda la placa colocada en la esquina de Miguel Íscar y Acera de Recoletos.
Tras la desamortización de Mendizábal y su consiguiente desacralización, en 1890 se procedió al derribo de este Hospital, poniéndose a la venta estos terrenos que iban dirigidos a unos destinatarios claros, la pujante burguesía de la época, ya que una vez que se eliminaron estos antiguos edificios, y al igual que se estaba haciendo en el resto de ciudades españolas y europeas, esta zona iba a ser destinada al ensanche de la ciudad.
El adquirente final de este espacio fue el acaudalado comerciante cántabro Don Fidel Recio Mantilla, el mismo que tiene una calle en la zona centro, quien desembolsó 266.105 pesetas, una cantidad altísima para la época, pero que, a la larga, haría perdurar su apellido en el tiempo al dar nombre al propio edificio.
El proyecto de edificación se lo encargó al famoso arquitecto alavés Julio Saracíbar, responsable de otros famosos edificios como son la Casa Resines y los edificios Nº8 y 9 de la Acera Recoletos, o ya fuera de nuestra ciudad, el Palacio Letona de Bilbao o la Casa Zuloaga de Vitoria.
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Imagen de la construcción de la Casa Mantilla |
Las obras se inician en
1891 abriéndose una nueva calle, la Calle Mantilla, con el fin de cubrir las
necesidades lumínicas del edificio y satisfacer el gusto de la época por los
grandes espacios, consiguiéndose de esta forma que este gran edificio se
asiente en una manzana entera, la dibujada por la Acera de Recoletos, Miguel Íscar,
Marina Escobar y Mantilla.
La enormidad de este edificio causó un gran impacto en la ciudad, como refleja Casimiro García-Valladolid, cronista de la época, que se refirió a la Casa Mantilla como “grandiosa, magnífica y gallarda, manifestación soberbia de un pueblo que se moderniza”.
Y es que su aspecto exterior resultaba imponente. La Casa Mantilla fue el edificio más alto de la ciudad y se construyó de acuerdo con la “corriente neogriega”, el estilo dominante en la alta sociedad francesa de la época. Siguiendo este tipo de arquitectura, se colocaron grandes ventanales y arquerías altamente decoradas con diferentes elementos, como atlantes, cabezas de león, guirnaldas, figuras femeninas y máscaras. En pocas palabras, la fachada era prácticamente un museo de escultura, sobre todo en el momento de su inauguración, ya que gran parte de los adornos han desparecido. Por ejemplo, hasta la década de 1920, aún se podían ver los bustos de los vallisoletanos ilustres, como el moro Olit, Felipe II, Santa Teresa de Jesús, el Conde Ansúrez, Miguel Íscar, San Pedro Regalado, Simón de Rojas y Marina Escobar, una serie de estatuas alegóricas de las Ciencias, las Artes, la Industria y el Comercio y las columnas de los últimos pisos de los torreones, todo ello perdido por restauraciones propias de Pepe Gotera y Otilio.
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Imagen de la Casa Mantilla a principios del Siglo XX, poco después de su inauguración |
Si la fachada de este
edificio aun hoy resulta impresionante, su interior no se queda atrás,
destacando por su modernidad y por su lujo.
Dentro de la parte innovadora de la Casa Mantilla, nos encontramos con el primer ascensor de nuestra ciudad, que data de 1892, construido en madera y equipado con un novedoso funcionamiento de tipo hidráulico, cuyos depósitos de agua y pilares del sistema que lo movía han sido conservados hasta nuestros días. También fue precursora del uso de la electricidad al disponer de su propio sistema de generación, lo que permitió la iluminación exterior de la fachada, y de la ventilación directa en todas las viviendas que la componían, lo cual era muy extraño en la época, ya que lo normal era utilizar las ventilaciones cruzadas y las llamadas alcobas italianas.
Por el lado del lujo y de la ostentación, tampoco se escatimó en gastos. Los techos del primer piso del número 1 de la Acera Recoletos, fueron profusamente decorados con pinturas de Ruiz Cornejo y del vallisoletano Andrés Gerbolés, se utilizaron materiales como piedra berroqueña para el zócalo, hierro visto para las plantas bajas, ladrillo revestido de piedra artificial “sable mortier coloré” para los voladizos y ornamentación de la fachada, trayendo lo mejor y más novedoso de otros lugares de España y del extranjero, como es el caso de la estructura metálica y las columnas de hierro, que fueron fundidas en Bilbao y en los Talleres Gabilondo de nuestra ciudad, el mármol utilizado en la construcción, que fue traído desde Barcelona, la máquina de vapor que hacía funcionar el mecanismo eléctrico del edificio y los ascensores, que se importaron desde Inglaterra y cuya instalación fue llevada a cabo por una empresa de Madrid, la dinamo del sistema que venía de Suiza, y las chimeneas, que procedían de una industria radicada en Francia. Vamos, que el señor Mantilla le echó billetes al asunto.
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Casa Mantilla y Acera Recoletos en 1910 |
Las obras dieron a su fin
en el año 1892, si bien los señores de Mantilla, promotores de la obra,
celebraron el 23 de febrero de 1895, dos años después de la finalización de la
construcción, un baile de inauguración por todo lo alto, tal y como correspondía
al edificio al que rendía tributo.
El resultado fue un edificio de viviendas de gran lujo y enorme, organizado en cinco portales, aunque hoy sean siete, e integrado por una planta baja y cuatro pisos de altura, existiendo en cada uno de ellos dos viviendas con grandes miradores al exterior. Las casas fueron destinadas todas ellas al alquiler, salvo la que se reservaron los propietarios como vivienda propia. Como veis, el arrendamiento de viviendas siempre ha sido un buen negocio.
Eran tiempos felices, pero treinta años después se desata el mayor drama que ha vivido este país, la Guerra Civil Española, y Valladolid no fue ajena a esta tragedia.
El 8 de abril de 1937, Valladolid fue objeto del bombardeo de un avión republicano del que la Casa Mantilla no escapó, una bomba cayó en el centro del edificio y lo atravesó piso tras piso hasta que finalmente explotó. Los daños que causó fueron muy importantes, pero por suerte, no fueron irreversibles y el edificio se pudo salvar.
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Efectos de la bomba caída en la Casa Mantilla |
El transcurso del tiempo
tampoco dejó de lado a la casa Mantilla.
Las estructuras colocadas en fachada y tejado en forma de luminosos publicitarios y los negocios que ocuparon sus bajos, poco a poco fueron causando desperfectos en el edificio, razón por la que fue sometida a diferentes obras de restauración, algunas verdaderamente desastrosas, siendo la más importante la realizada en 2007, cuando se llevó a cabo una profunda intervención tanto en el exterior como en el interior del edificio, que dio como resultado el aspecto que ofrece hoy en día.
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Casa Mantilla en la década de los 70 |
En cualquier caso, más de
un siglo después de su inauguración, esta sigue siendo una de las zonas más
exclusivas de la ciudad, estando sus viviendas, diseñadas con tres
habitaciones, dos baños, terraza y garaje, entre las más caras de ciudad, con
precios en este mismo año de 8.182 euros cotizados el metro cuadrado, y
arrojando unos precios de venta de hasta 1,35 millones de euros.
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