Pío del Río Hortega
España nunca ha sido un país especialmente agradecido con aquellos profesionales que generan innovación y desarrollo, y mucho menos lo ha sido con nuestros científicos, por eso, como forma de homenajear a todos aquellos maltratados científicos que, cansados de precariedad, falta de proyectos, falta de visión de futuro y financiación insuficiente, se han visto obligados a emigrar, he elegido empezar esta nueva sección de personajes de Valladolid con Pío del Río Hortega.
Después de esta pequeña “chapa” de crítica social, empecemos a hablar de nuestro protagonista de hoy, Don Pío del Río Hortega, el mejor científico que ha dado Valladolid al mundo.
Si bien todos consideramos a Pío del Río Hortega como uno de los vallisoletanos más ilustres, lo cierto es que el 5 de mayo de 1882 no vino al mundo en nuestra ciudad, sino en la localidad de Portillo, convirtiéndose en el cuarto de los ocho hermanos que formaban la familia Del Río.
Como veis, las pastas de Portillo son ideales para criar grandes genios.
En este pueblo vallisoletano pasa su niñez, donde cursa sus primeros estudios, y resulta ser un alumno espabilado, lo que le llevará a ingresar en la Facultad de Medicina de Valladolid, licenciándose en 1905.
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Retrato de Pío del Río Hortega en su juventud |
Una vez terminados sus estudios universitarios, y a pesar del poco interés que tenía en la práctica médica, vuelve a Portillo como médico de familia, y después de tres años centrado en los reumas, huesos rotos y demás dolores de los portillanos, se traslada a Madrid para orientar su carrera profesional a la investigación, la auténtica razón por la que estudió medicina, cursando un doctorado sobre tumores cerebrales, y posteriormente, gracias al apoyo económico de la Junta para Ampliación de Estudios, la abuela del actual CSIC, amplió su formación en Londres, París y Berlín, ciudades donde se encontraban los más importantes científicos mundiales de principios del Siglo XX.
En 1915, de vuelta de su gira europea, se incorpora al Laboratorio de Histología Normal y Patológica, una entidad de nombre poco comercial, dirigida por otro prometedor científico, Nicolás Achúcarro, quien se dedicaba al ámbito de la histología, y es en este laboratorio donde, gracias a las nuevas ideas y conocimientos obtenidos en el extranjero, y a la extraordinaria pasión de Achúcarro en su trabajo, ve la luz y encuentra su vocación, ya que dedicará el resto de su vida a este campo.
Sin embargo, la alegría le durará tan solo tres años, ya que el fallecimiento de Achúcarro en 1918 le va a colocar en una difícil situación.
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Pío del Río Hortega anunciado como la "estrella" de una convención en Hamburgo |
Tras la muerte de su mentor, Don Pío ve pasar los meses sin que nadie le haga ningún ingreso en su cuenta, y con el enfado del que ve llegar el final de mes sin el “parné” que se le debe, reclama que alguien le dé una explicación, y la respuesta que recibe es desoladora: resulta que nunca había tenido un contrato de trabajo con el Laboratorio, sino que era el propio Achúcarro el que, sin decirle nada, le transfería la mitad del salario que cobraba de esta institución para pagar su sueldo.
Desolado por la noticia, y con los negros nubarrones sobre su futuro flotando sobre su cabeza, finalmente ve la luz cuando la institución le ofrece dirigir ese mismo Laboratorio, una fabulosa noticia para el vallisoletano, pero los problemas no tardaron en llegar.
Su humildad y carácter reservado, su condición de homosexual, así como su enorme capacidad de trabajo y dirección, no tardaron en generar envidias insanas dentro de su equipo, creándose, sin ser consciente de ello, peligrosos enemigos que no dudaron en llevar chismes infundados sobre unas supuestas críticas profesionales y personales a Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina y director de la institución en la que trabajaba, y según se cuenta, persona con bastantes malas pulgas, que tras una terrible bronca con Don Pío, terminó despidiéndole.
Sin embargo, la pésima relación personal de estos dos investigadores no impidió que el Premio Nobel reconociera su enorme talento, recomendando a nuestro paisano para que dirigiera el laboratorio situado en la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid.
Estos fueron años fabulosos para Don Pío. En el terreno personal, inicia su relación con el empresario Nicolás Gómez del Moral, quien le acompañaría hasta su fallecimiento, y en el terreno profesional, investigadores de toda Europa pasaban por su centro para conocer sus investigaciones de primera mano, ya que su fama y sus descubrimientos, habían trascendido nuestras fronteras.
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Única imagen existente de Pío del Río Hortega junto a su pareja, Nicolás Gómez del Moral |
En cuanto a estos descubrimientos, para no causaros un excesivo dolor de cabeza, y porque yo tampoco soy un entendido en la materia, lo intento resumir y explicar de alguna forma para que os hagáis una idea de la importancia y relevancia de sus investigaciones.
Pido perdón por adelantado a los médicos y científicos por las aberraciones que podáis leer a continuación...
Como os decía antes, Pío del Río Hortega se dedicó al ámbito de la histología, un campo que se dedica al estudio de la estructura microscópica de las células, y sobre todo se centró en la neurología, vamos, en las células del sistema nervioso.
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Estatua de Pío del Río Hortega situada junto al Museo de la Ciencia de Valladolid |
Una vez centrados, nuestro protagonista, utilizando diferentes métodos y materiales, consiguió desarrollar diversas y novedosas técnicas que le permitieron un estudio en profundidad de las células, unos métodos que, en pocas palabras, consistían en impregnar selectivamente las diversas estructuras de las células para observar su composición a través de su microscopio.
Entre sus grandes estudios, está el relativo a las células gliales, unos organismos que se consideraban algo así como el “pegamento” que rodea las neuronas, vamos, que no tenían gran importancia, pero gracias a su innovadora técnica, Pío del Río Hortega descubrió que en realidad son una parte esencial del cerebro, ya que, por decirlo de alguna forma, cumplían la función de sistema inmunitario del cerebro.
Como detalle, para que os hagáis una idea de la importancia de su descubrimiento, a estas células se las empezaron a llamar “células de Hortega”.
Igualmente, descubrió dos de los cuatro tipos fundamentales de células del sistema nervioso central, obtuvo grandes avances en el estudio de la glándula pineal, que básicamente regula el sueño, y se convirtió en una eminencia en el estudio de tumores generados en el sistema nervioso, lo que le valió para dirigir el Instituto Nacional del Cáncer, y convertirse en el fundador de los Archivos Españoles de Oncología, un instrumento de gran utilidad para el estudio de esta terrible enfermedad.
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Instituto Nacional del Cáncer, organismo del que Pío del Río Hortega fue director, y que en 1936 se convirtió en línea de frente |
Gracias a sus investigaciones, punteras para la época, Pío Del Río Hortega se convierte en una eminencia mundial dentro de su campo de estudio, recibiendo en su laboratorio a multitud de investigadores de toda Europa, y recibiendo innumerables reconocimientos, entre ellos, la Legión de Honor Francesa, el nombramiento como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, y, sobre todo, su candidatura al Premio Nobel de Medicina en 1929 y 1937 por el descubrimiento y estudio de la microglía y la oligodendroglía.
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Imagen del acto celebrado en la Universidad de Oxford, en el que se nombraba a Pío del Río Hortega doctor Honoris Causa de la universidad |
Sin embargo, esta edad dorada de la investigación neuronal española se vino abajo por el peor desastre de la historia reciente de España: La Guerra Civil.
Además, a Pío del Río Hortega la situación política le pilla de lleno. Abiertamente homosexual, firme defensor de la II República, y comunista convencido, su destino acabó unido al del gobierno al que apoyaba, residiendo en Madrid y después en Valencia, para, una vez finalizada la guerra, exiliarse en París, donde trabajó brevemente en el prestigioso Hospital de la Piedad.
No tarda en trasladarse a Inglaterra para proseguir con su actividad investigadora y docente en la Universidad de Oxford, pero el comienzo de los bombardeos alemanes en el territorio de los hijos de la Gran Bretaña, le obliga a volver a huir, esta vez a Argentina.
Allí es nombrado en 1940 director del laboratorio “Ramón y Cajal”, un centro construido para él por la Institución Cultural Española de Buenos Aires, donde se convierte en mentor de futuros relevantes investigadores, y prosigue sus estudios sobre histología, logrando nuevos e importantes avances.
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Pío del Río Hortega junto a sus discípulos en su laboratorio de Buenos Aires |
Feliz junto a su pareja Nicolás, quien le siguió fielmente durante toda su vida, sintiéndose afortunado por su dedicación a la investigación celular, su gran vocación, y contando con alumnos apasionados y un reconocimiento internacional que no había desaparecido, por fin había encontrado la felicidad, pero no duró.
Pío del Río Hortega lleva un tiempo sin sentirse bien, decide hacerse unas pruebas y el resultado, por desgracia, confirma el diagnóstico que él mismo se temía: cáncer urogenital.
Y no tiene buena pinta.
Tan sólo unos meses después, tras rechazar una oferta del gobierno español para volver a España y pasar sus últimos días en su país, Pío del Río Hortega fallece en Buenos Aires el 1 de junio de 1945 a los 63 años de edad.
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El ataúd de Pío del Río Hortega en el Patio del Palacio de Santa Cruz en 1986, homenajeado tras su llegada desde Argentina |
Y allí en Argentina permanecieron sus restos mortales hasta 1986, cuando, tras ser recibidos por su sobrina Asunción, y por su gran amigo, el Premio Nobel de Medicina, Severo Ochoa, fueron trasladados a Valladolid, donde descansa en paz en el Panteón de Hombres Ilustres, amortajado con la toga de profesor honoris causa de la Universidad de Oxford, y una insignia republicana en la solapa.
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