El Tren Burra

 


El siglo XIX fue un siglo apasionante, unos años en los que los descubrimientos eran constantes y los inventos revolucionaban la vida tal y como se conocía, y dentro de esa gran vorágine de progreso, sin duda ocupa un lugar privilegiado el desarrollo del ferrocarril.

En España, como no, llegamos con retraso a esta “revolución ferroviaria”.

El primer trayecto en tren en la península ibérica fue el realizado en 1848 desde Barcelona hasta Mataró, sí, el primer trayecto peninsular, ya que unos años antes, en 1837, ya se había inaugurado la primera línea férrea de España, la que recorría el trayecto entre La Habana y Güimes. Recordad que Cuba aún era una provincia española…

Imagen del primer recorrido ferroviario de la península ibérica, el de Barcelona a Mataró en 1848

En cualquier caso, aunque tarde, rápidamente se empezaron a crear nuevas y cada vez más ambiciosas rutas de ferrocarril, ya que era urgente ponernos al día en mejorar las comunicaciones y, de esta forma, acortar tiempos y abaratar los costes en el transporte de personas, materias y productos, algo esencial para el desarrollo industrial de España.

En nuestra tierra, inicialmente se trató de dar respuesta a esta necesidad de mejorar el transporte con el titánico proyecto del Canal de Castilla, pero su enorme coste y los constantes retrasos, hicieron que esta infraestructura quedara rápidamente desfasada por el constante avance de la tecnología, quedando definitivamente abandonada su construcción al resultar mucho más práctico, rápido y barato el transporte ferroviario.

Por esta razón, aprovechando la importancia de Medina de Rioseco como centro cerealero, y que en Valladolid se encontraban multitud de harineras que la convertían en una especie de “centro logístico” del “oro blanco” de la Tierra de Campos, en abril de 1877 se presenta un proyecto encaminado a unir inicialmente ambas localidades, y más tarde, conectar lugares más alejados, utilizando un tranvía de tracción animal. Vamos, que en un principio, el Tren Burra iba a serlo literalmente...

Afortunadamente, a alguien se le encendió la bombilla y se dio cuenta de que utilizar la tracción animal a finales del siglo XIX era una auténtica locura, y al aprobarse el proyecto final, se acordó la utilización de una máquina de vapor.

 

Curiosos observando el descarrilamiento del Tren Burra en la esquina de la Calle San Ildefonso con la Academia de Caballería de Valladolid en los años 50

De la construcción del tendido ferroviario se encargaría una empresa a la que no la hubiera venido mal algún encargado de marketing y publicidad, ya que tenía el tan poco comercial nombre de Compañía del Ferrocarril Económico de Valladolid a Medina de Rioseco, creada en 1881 en Barcelona. Quizás os sorprenda que de estas cosas no se encargara el ADIF que existiera en la época, pero la realidad es que el desarrollo del tren en España se llevó a cabo por empresas creadas con capital privado que esperaban obtener un beneficio de su inversión con el pago de peajes por la circulación de los trenes que utilizaran el recorrido que construían.

Las obras se iniciaron en 1881 utilizándose la fórmula de la vía estrecha para ahorrar costes, y tras acumular un montón de retrasos, en septiembre de 1884 se inaugura el primer tramo, el de Valladolid-San Bartolomé-Medina de Rioseco, un recorrido de 40 kilómetros que en 1890 se amplió en 3 kilómetros más, los que atravesaban Valladolid desde la estación de San Bartolomé a la de Campo de Béjar.

El Tren Burra circulando por Valladolid

Con billetes de primera y de segunda clase, el tren con salida desde Valladolid tenía paradas en las localidades de Zaratán, Villanubla, Torozos (apeadero), La Mudarra, Coruñeses (apeadero) y Valverde de Campos, hasta su llegada a Medina de Rioseco, donde se dividía en varios ramales hacia Villalón de Campos, Palencia o Palanquinos, y tardando algo más de dos horas en realizar este trayecto a una velocidad promedio de 20,5 kilómetros por hora, una vertiginosa velocidad por la cual a este tren se le empezó a llamar Tren Burra.

En cualquier caso, a pesar de su lentitud y su espartana comodidad, fue una auténtica revolución para nuestra zona geográfica.

Consiguió unir todas estas localidades con la capital de un modo cómodo y rápido para las personas, o al menos lo era para la época de la que hablamos, y facilitó enormemente el transporte de los productos agrarios de la zona, como eran las legumbres y la remolacha, la piedra de las canteras de Villanubla y, sobre todo, el cereal, el producto estrella de nuestra tierra.

El Tren Burra en parada

Tal fue el impacto de este tren, que los vallisoletanos de la época acudían a la estación para ver salir y llegar los trenes como forma de entretenimiento, pero también hay que decir que cada viaje en este tren era una aventura.

Se cuenta que, debido a la poca potencia de las máquinas utilizadas, unido a que en numerosas ocasiones se transportaba más tonelaje del debido, el Tren Burra era incapaz de ascender la llamada “cuesta del reventón”, cercana a Zaratán, lo que obligaba a los viajeros a bajarse para aligerar el peso, y que incluso algunos pasajeros tuvieran que empujar el propio tren para ayudarle en la ascensión, teniendo que subir a la carrera ya en el páramo, cuando el tren volvía a coger velocidad.

Pasajeros subiendo al Tren Burra

También se cuenta que cuando llegaba el duro invierno castellano, con heladas y nevadas, se echaba tierra sobre los raíles para que las ruedas del tren no patinaran, con el consiguiente peligro de descarrilamiento. Desde luego, eran otros tiempos…

Desde su inauguración, la línea férrea entre Valladolid y Medina de Rioseco estaba cumpliendo a la perfección los fines para los que se había creado, pero económicamente no terminaba de despegar.

Los problemas económicos más graves empezaron en 1918 debido a la poca rentabilidad de la línea, problemas que se hicieron extremadamente graves ya en 1927, lo que obligó al estado a su incautación y adjudicación a la Compañía de Ferrocarriles Secundarios de Castilla.

El Tren Burra saliendo de la Estación de San Bartolomé en los años 60

Estas medidas consiguieron hacer que el Tren Burra pudiera subsistir, pero no solucionó la falta de rentabilidad de esta línea, a lo que había que añadir los problemas derivados del mal estado de las instalaciones y de las vías, que seguían su lento e imparable deterioro debido a la falta de mantenimiento.

En 1952 llega otro momento importante en la vida del Tren Burra: la supresión de la Estación del Campo de Béjar.

La última parte del trayecto del Tren Burra por Valladolid, iba desde la estación de San Bartolomé, atravesando el Puente Mayor, el actual Paseo de Isabel la Católica, la Calle San Ildefonso, Paseo de Zorrilla y Calle Gabilondo, hasta la estación del Campo de Béjar, que estaba situada en los terrenos que hoy ocupa la Estación de Autobuses.

Al crearse esta línea, a nadie le preocupaba que media ciudad estuviera atravesada por una vía de tren, pero con la evolución de la ciudad se empezó a considerar que esto no era ni estético, ni seguro, una peligrosidad que aumentaba a medida que la ciudad iba creciendo.

 

El Tren Burra circulando por la Avenida Gijón

Por esta razón, se decidió que un trabajador fuera en la máquina tocando la corneta como aviso del paso del tren a los peatones, pero para sorpresa de nadie, no fue suficiente, y en 1952 se decidió eliminar el transporte de pasajeros entre las dos estaciones vallisoletanas, manteniéndose la línea de mercancías, pero tan solo en horario nocturno para evitar posibles accidentes.

Con esta medida se logró solucionar un problema, pero se creó otro diferente.

A los vecinos de esta parte de Valladolid no les causaba una especial alegría que los despertara en mitad de la noche el humo y el ruido que provocaba el Tren Burra a su paso, por lo que empezaron las protestas y las quejas, algunas bastante radicales, casi terroristas, que consistían en vaciar el contenido de los orinales al paso del tren…y algo me dice que lo que caía no era el último perfume de Hugo Boss…

Finalmente, ya en 1961, este tramo se cerró definitivamente y se desmanteló la vía, un paso más en la lenta agonía hacia la ya próxima desaparición del Tren Burra, principalmente por dos causas.

Portada del libro de Trevor Rowe "Vacaciones ferroviarias en España", en el que aparece el Tren Burra

Por un lado, la ciudad había cambiado muchísimo desde la creación de esta línea ferroviaria, y las nuevas concepciones urbanísticas entendían que la existencia de un tren circulando sin protecciones a lo largo de la ciudad era algo anacrónico, sobre todo teniendo en cuenta que aún en los años sesenta el Tren Burra seguía utilizando una máquina a vapor, una rareza que hizo que turistas extranjeros se acercaran a nuestra ciudad solo para verlo circular, de hecho, apareció en el libro del experto ferroviario Trevor Rowe “Vacaciones ferroviarias en España”, incluso se aprovechó para rodar una escena del spaguetti-western “Bandidos”.

Cartel de la película "Bandidos", en la que el Tren Burra aparece en una escena

Por otro lado, de la misma forma que esta línea de tren vino a “asesinar” al Canal de Castilla, los nuevos medios de comunicación dejaron obsoleto al Tren Burra, siendo cada vez menos los pasajeros que utilizaban este tren, a pesar de que en sus últimos viajes realizaba su trayecto en aproximadamente hora y media, y siendo cada vez menos las mercancías que transportaba, al ser más rápido y económico utilizar grandes camiones.

Por estas dos razones, los endémicos problemas económicos de esta línea se agravaron, y a pesar del intento del estado de mantenerlo a flote integrándola en 1965 en la red FEVE, ya había poco que salvar.

El 11 de julio de 1969, tras 85 años uniendo la Tierra de Campos, el Tren Burra realizaba su último servicio, vendiéndose por 23 pesetas el último billete para viajar de Palazuelo de Vedija a Valladolid.

Pero el Tren Burra nunca ha llegado a dejarnos del todo.

Monumento al Tren Burra colocado en la Plaza de San Bartolomé

Aunque ya no recorre Castilla dejando su rastro de humo, su legado en forma de raíles es utilizado hoy día en algunos tramos como vía verde, y sobre todo, por su presencia en la Plaza de San Bartolomé, donde una de sus máquinas a vapor restauradas se encuentra instalada como cariñoso recuerdo de los vallisoletanos a este tren que tanto marcó sus vidas.

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