Convento de los Agustinos Filipinos


 

Ubicado en un entorno envidiable, frente al Campo Grande y a unos pasos de la Plaza Colón, nos encontramos con este fabuloso convento, en cuyo interior se puede visitar el más completo e impresionante museo de Arte Oriental de todo el país.

Es una rareza que una ciudad como Valladolid cuente con este extraordinario museo oriental, pero si leéis este post, encontraréis la respuesta.

La agonía de la casa de los Austrias, contaminada por multitud de enfermedades causadas por generaciones de endogamia, culmina su declive con Carlos II, último rey de esta casa, dando lugar a su muerte a la guerra de sucesión española, que tras la victoria de Felipe de Anjou para los amigos, y Felipe V para el resto, supuso el fin de la dinastía de los Austrias y el inicio de la etapa borbónica.

Su larguísimo reinado, con el intervalo del breve periodo en el que su hijo Luis ostentó el trono, supuso la llegada y la implantación en España no solo de las nuevas ideas ilustradas vistas desde el punto de vista del absolutismo, sino también la introducción de los grandes avances científicos y técnicos traídos de Francia, que supusieron un gran paso adelante para nuestro país, y un paréntesis en la larga decadencia en la que había caído el Imperio Español.

Fachada del Convento de los Agustinos Filipinos
 

Pero empecemos por el principio.

Al asumir su reinado, Felipe V se encontró un país tremendamente atrasado, con una inmensa cantidad de territorios bajo su gestión de los que obtenía un escaso rendimiento, y unos medios económicos muy precarios para administrarlos.

Entre esos territorios pertenecientes al Imperio Español se encontraban las Filipinas, que llevaban siendo dominio español desde mediados del Siglo XVI, pero no dejaba de ser un territorio tremendamente alejado, mal comunicado y, ante todo, desconocido, ya que más allá de Manila y de la isla de Luzón, solamente había “salvajes infieles”.

Por esta razón, en el seno de la orden de San Agustín, nace 1732 la idea de formar en España sacerdotes católicos para enviarlos a predicar a esas tierras, idea que por fin germina en 1743, cuando Felipe V patrocina este seminario, y dada la importancia de este proyecto y el gran número de estudiantes de nuestra ciudad, decide que se instale en Valladolid.

Es ya en 1758 cuando por fin los agustinos ocupan el terreno en el que se asientan hoy día, y para construir un edificio que dé cobijo a los futuros misioneros, se confía en Ventura Rodríguez, el Norman Foster de la época.

Fachada del Convento de los Agustinos Filipinos en 1901, aún sin las torres y sin la cúpula
 

Las obras se inician en 1759, pero tuvieron un corto recorrido, ya que en 1762 la construcción quedó paralizada por la falta de dinero, y creo que ninguno de nosotros conocemos a un constructor que trabaje gratis…

Una vez solucionado este pequeño-gran problema de fondos, los trabajos se reanudan en 1778, lográndose terminar a finales del siglo XVIII el piso bajo del claustro, el segundo de la crujía sur del mismo, y alguna otra dependencia, pero nuevamente llega otro parón, en esta ocasión no económico, sino debido a la Guerra de la Independencia, cuando este convento, aún en obras, fue ocupado por las tropas francesas, que además de no continuar con el trabajo, causaron los mismos daños en el edificio que una panda de hooligangs del Liverpool en un piso del AirBNB sin fianza.

Una vez que los franceses volvieron a su país con las cabezas bajas y los bolsillos llenos de oro y otros bienes españoles expoliados, se continuó con las obras, si bien los fondos que se destinaron a este fin, tuvieron que dedicarse a reparar los desperfectos que nuestros queridos vecinos dejaron como recuerdo de su presencia.

Parecía que llegaban buenos tiempos, pero nada más lejos de la realidad, ya que las ideas revolucionarias calaron en cierta medida en nuestro país, y llegó una nueva etapa delicada para el convento: La desamortización de Mendizábal.

Monjes agustinos en la fachada sur del Convento en 1873
 

Esta legislación supuso la salida del patrimonio de la iglesia de multitud de bienes, utilizando el mecanismo de la expropiación para posteriormente ser vendidos a particulares, tal y como ocurrió en Valladolid con el Convento de San Francisco, con el fin de modernizar el país y obtener fondos para el estado, aunque como pasa siempre en nuestro país, gran cantidad del dinero acabó en la República Independiente de mi bolsillo…

En cualquier caso, el Convento de los Agustinos Filipinos se salvó de la desamortización por razones más bien políticas, dada la vital labor que sus misioneros estaban realizando en Filipinas con la evangelización de aquellas tierras, y los grandes beneficios que suponía para el estado que los habitantes de esa zona aceptaran el catolicismo y la correspondiente sumisión al reino de España.

Fachada en construcción del Convento de los Agustinos Filipinos en 1883

Tras todas estas vicisitudes, en 1853 los obreros vuelven al tajo, y bajo la dirección de Jerónimo Ortiz de Urbina, aunque siguiendo los planos realizados por Ventura Rodríguez un siglo atrás, se consigue terminar a finales de siglo el tercer piso del edificio, y la iglesia hasta el arranque de la cúpula, que se cierra en 1924.

Por fin, en 1927 se finaliza el último gran desafío arquitectónico, la construcción de las torres, y ya en 1930 se concluye la decoración interior, consagrándose la iglesia en ese mismo año.

Duración total de la construcción, 171 años de nada…

Interior de la iglesia del Convento de los Agustinos Filipinos
 

El resultado fue un majestuoso convento que, a pesar de los años, y con pequeñas variaciones, respetó al máximo el proyecto inicial de Ventura Rodríguez, siendo ésta no solo una de sus obras más representativas, sino también de la arquitectura del Siglo XVIII de Valladolid.

Sus más de 6.500 metros cuadrados de planta albergan la iglesia, la cual está rodeada por el resto de dependencias, el convento y el colegio, incluidas todas ellas en un rectángulo áureo, divido en un cuadrado y otro rectángulo de la misma proporción, en un estilo sobrio que encaja a la perfección con el espíritu de estos misioneros filipinos.

Este espacio cuenta con un claustro cuadrado de 30 metros de lado, construido con doble arquería, en torno al cual se distribuyen otras dependencias conventuales, refectorios, cocinas, celdas, aulas, etc.

Claustro del Convento de los Agustinos Filipinos
 

Tras diferentes intervenciones, la última finalizada en 2008, su fachada no ha sufrido grandes cambios, pero sí su interior, no hay que olvidar que estamos ante un edificio que nunca ha perdido el uso para el que se creó, y precisamente por eso, a lo largo de los años se buscó mejorar la habitabilidad, comodidad y funcionalidad del convento.

A día de hoy, este edificio sigue contando con el convento y el seminario, además de una formidable biblioteca cuyo acceso solo está permitido a los investigadores, pero sin duda, el gran reclamo es el Museo de Arte Oriental.

Una de las salas del Museo Oriental
 

Este museo fue inaugurado el 12 de octubre de 1980 por los Reyes de España, Juan Carlos I y Doña Sofía, y se encuentra en la parte baja del claustro.

En sus nueve salas dedicadas a China y cuatro dedicadas a Filipinas, nos encontramos con una impresionante multitud de objetos de gran valor histórico y artístico, que durante siglos los misioneros salidos de esta institución fueron trayendo a su regreso a Valladolid, tales como bronces chinos, armas a cada cual más sorprendente, imágenes de Buda, vasos rituales, armaduras, mobiliario… todo ello perfectamente conservado, lo que convierte a este museo en un lugar especial y sorprendente, que seguro que le encantará a los aficionados a las culturas asiáticas, pero que también le gustará al que no lo sea por la gran cantidad de objetos curiosos que contiene.

En cualquier caso, os recomiendo encarecidamente que lo visitéis, porque es una maravilla y un privilegio tener un museo de estas características en Valladolid.

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