El Palacio del Marqués de Villena
Si os dijera que Valladolid fue una ciudad repleta de suntuosos palacios, ¿me creeríais? A la vista del aspecto actual de la ciudad, me diríais que miento más que un político en campaña electoral, pero fiaros de mí. Sí, sé que eso también lo dice un político en campaña electoral… pero como no lo soy, prestadme un poco de vuestra confianza.
Valladolid fue capital del imperio español tan solo entre los años 1601 y 1606, pero anteriormente fue sede de las Cortes durante los siglos XV y XVI, además de estar instalada en nuestra ciudad la Real Audiencia, lo que otorgaba a Valladolid una importancia capital en los asuntos de estado, tanto políticos como económicos, y eso era mucho decir, sobre todo teniendo en cuenta que el Imperio español dominaba el mundo y Valladolid era uno de sus centros neurálgicos.
Vamos, donde se cortaba el bacalao.
Por esta razón, de la misma forma que hoy en día todas las grandes empresas buscan una sede en Nueva York o París que sea lo más llamativa posible como “imagen de marca”, las más importantes familias de la época construían palacios y casonas llamativas como forma de reclamo, pretendiendo que de esta forma se las reconociera como importantes o influyentes familias.
![]() |
Imagen del Palacio de Villena en 1905 |
Para que os hagáis una idea, se ha estimado en más de cuatrocientos los palacios que existían en nuestra ciudad. Ahí es nada…
Un ejemplo de esta necesidad de mostrar la influencia y poder de una familia a través del esplendor y grandeza de su residencia, es el Palacio del Marqués de Villena.
A mediados del siglo XVI, D Antonio Velas y Rojas, señor de Villarías, casado con Dª Francisca de Silva, ordena la construcción de sus casas principales, situándolas frente al Colegio de San Gregorio.
Este nombre os sonará igual que el de Perico el de los Palotes, pero nada más lejos de la realidad. Don Antonio estaba emparentado con la familia de los Condestables de Castilla y ostentó los cargos de contino del Emperador Carlos V (en otras palabras, jefe de armas del emperador en el Reino de Castilla), camarero del futuro rey Felipe II, ayo del príncipe Carlos y consejero de Estado y Guerra, es decir, disfrutaba de una posición muy cercana a toda la familia real, o lo que es lo mismo, con el máximo poder político de la época.
Como os decía, el señor de Villarías fue quien inició la construcción, encargándosela al famoso arquitecto Francisco de Salamanca, el artífice de la reconstrucción de la Valladolid tras el incendio que asoló la ciudad en 1561, lo que nos da a entender el gran poder que atesoraba D Antonio.
Sin embargo, no pudo ver su obra acabada al fallecer durante su construcción, y fue su hijo, D Pedro, comendador de Portezuelo, con quien finalizó el labrado y edificación de la vivienda.
El resultado fue un fastuoso palacio de estilo renacentista en la “milla de oro” del Valladolid del Siglo XVI.
La gran fachada que se atraviesa por un gran arco de entrada con labrados en cantería, da acceso al zaguán, y desde allí, a un amplio patio de dos pisos de 305 metros cuadrados, con las proporciones y sobriedad propios del más puro estilo renacentista. Desde ese patio se pueden observar dos pisos de arquería sostenidos por columnas con capitel jónico, y la escalera principal, de tres tramos y cubierta con un precioso artesonado, que conduce al claustro.
![]() |
Imagen del patio del Palacio de Villena |
Por hacer una comparación, este palacio sería el equivalente a lo que hoy podría ser la mansión de un futbolista del Real Madrid.
A la espectacularidad del palacio habría que añadir que estaba situado en una de las zonas más selectas de Valladolid, y pequeño e importante detalle, su vecindad con el Palacio Pimentel, lugar de nacimiento del futuro rey Felipe II, lo que dio pie a que su padre, Carlos V, hiciera noche en este palacio en numerosas ocasiones, aprovechando la proximidad y la gran confianza que le unía a la familia propietaria, una relación tan fuerte, que en 1556, en su último viaje rumbo a su retiro definitivo con destino Yuste, hizo una última visita a este palacio.
A partir de aquí, por motivos de herencias o matrimonios, el palacio empieza a cambiar de manos como la falsa moneda, pero sin perder en ningún momento el renombre de sus moradores.
Tras los dos primeros propietarios, habitaron este palacio Don Diego Hurtado de Mendoza, nieto del Cardenal Mendoza, y que ostentó cargos como el de Virrey de Cataluña, Lugarteniente General de Aragón o presidente del Consejo de Italia, y posteriormente su hija, Doña Ana de Mendoza, quien pasó a la posteridad por el título heredado de su marido, el de Princesa de Éboli, y más conocida tras la muerte de su esposo, por sus polémicos amoríos con Antonio Pérez, secretario de Felipe II, un escándalo por el que hoy día podría haberse forrado vendiendo exclusivas a las revistas del corazón.
Más tarde, ya en el Siglo XVIII, el palacio pasa a integrar el patrimonio de la mujer del marqués de Villena, que es quien acaba dando nombre al palacio, aunque poco tiempo después, vuelve a cambiar de manos, esta vez a las del Duque del Infantado, y más tarde a manos del Marqués de Casa Pombo, que fue quien construyó las dos torres actuales en el Siglo XIX y reformó parte de la fachada para darle un aire neorrenacentista, que era lo que se llevaba en la época.
![]() |
Una de las torres del Palacio de Villena construidas por el Marqués de Casa Pombo |
Por fin, siendo el titular del palacio el Marqués de Alonso Pesquera, se vende este palacio al estado en 1919, siendo utilizado desde entonces como sede del Gobierno Civil provincial, hasta que en 1982 se decide darle un nuevo uso.
Tras una reforma que lo habilitó como museo y puso en valor los elementos originales del palacio, pasó a convertirse en un anexo del Museo Nacional de Escultura, que tiene su sede justo enfrente, en el Colegio de San Gregorio.
![]() |
Belén Napolitano que se encuentra expuesto en el Palacio de Villena |
En concreto, el Palacio del Marqués de Villena actualmente contiene la biblioteca, los talleres de restauración, el depósito, la sala de conferencias, acoge exposiciones temporales y es el lugar en el que se muestra su increíble y asombroso Belén Napolitano del Siglo XVIII, que os recomiendo encarecidamente que visitéis.
Comentarios
Publicar un comentario