El buzo de Valladolid

 


Hoy os quiero contar una de esas historias inverosímiles y curiosas que hasta no hace muchos años era prácticamente desconocida en nuestra ciudad: la del buzo de Valladolid.

Nos situamos en el año 1602. Valladolid se encuentra en un momento fulgurante, el oro y el lujo inundan la ciudad por ser el lugar de residencia de Felipe III y de toda su corte, y haberse convertido en la capital del imperio español.

Por esta razón, desfilaban por Valladolid multitud de personas, entre las que nos encontramos con advenedizos buscando un lugar en la corte, aventureros, comerciantes, artistas…e inventores buscando ser oídos por alguna persona importante para poner en práctica sus ideas.

Este es el caso de Jerónimo de Ayanz y Beaumont.

En esa época, se buscaba la manera en la que una persona pudiera permanecer durante un largo periodo de tiempo debajo del agua, sin morir en el intento, claro está.

¿La razón? Poder realizar trabajos submarinos de limpieza de barcos, recuperación de mercancías hundidas en naufragios y, sobre todo, la recogida de perlas, que en ese momento tan solo podían ser recolectadas por indígenas buceando a pulmón y que suponía un negocio muy lucrativo.

Con anterioridad, ya se habían realizado algunos experimentos exitosos en Toledo y Lisboa, pero en ambos casos, simplemente consistía en meter a una persona en una campana y dejarla en el fondo del mar o del río, lo que era muy poco práctico, por no decir completamente inútil.

Y ahí entra la idea revolucionaria de Jerónimo de Ayanz, ya que su proyecto se basaba en la utilización de un traje que permitiera a su dueño moverse con cierta libertad.

Como os podéis imaginar, el rey Felipe III no recibía a cualquier charlatán, pero este inventor navarro, natural de Guenduláin, no era ningún ignorante: militar, pintor, cosmógrafo, administrador, gobernador, músico…pero en la faceta en la que más destacó fue la de inventor, dando a luz algunas grandes ideas como un sistema de desagüe con sifones para desaguar minas, un prototipo de submarino, bombas de riego, incluso una primitiva máquina de vapor. Para que os hagáis una idea de su gran talento, aparece con 48 inventos en el “Privilegio de Invención” de 1606, lo que venía a ser las patentes de la época.

Retrato de Jerónimo de Ayanz y Beaumont

Con esta carta de presentación, Jerónimo de Ayanz llega a Valladolid con la intención de exponer al rey su último invento, y éste, conocedor de su fama, decide recibirlo.

Al parecer, Felipe III queda tan impresionado por el prodigio que le exponen, que decididamente le pide al navarro que haga una prueba de este invento en las aguas del Pisuerga.

Jerónimo de Ayanz tiene plena y total confianza en su invención y no duda en dar el gusto a su rey, fijándose el día de la prueba que será el 2 de agosto de 1602.

En la ciudad se había creado una gran expectación. Una gran muchedumbre se reunió en torno a las orillas del Pisuerga a su paso por la zona que actualmente ocupa el Puente de Isabel la Católica, para presenciar lo que pudiera pasar con este experimento, el primero de ellos, el mismísimo rey, quien, con su flamante nueva galera real, cruzó el río para tomar asiento junto con toda su corte en el Palacio de la Ribera, en lo que hoy día es el barrio de Huerta del Rey.

Ante la atenta mirada del distinguido y numeroso público, una persona ataviada con un traje de piel de vacuno y una escafandra con dos conductos para la entrada y la salida de aire, unidas a un fuelle que facilitaba la ventilación, se lanza al fondo del río desde el barco dispuesto a tal efecto.

Aspecto del buzo en el mural del Puente de Poniente, que dicho sea de paso, no estaría mal que alguien adecentara

Pasaba el tiempo y los vallisoletanos comentaban entre ellos si el buzo seguiría vivo o, si por el contrario, estaría ya muerto, hasta que transcurrida más de una hora de la inmersión, Felipe III, ya sea por creer que el buzo ya se habría ahogado o ya sea por aburrimiento, ordenó que lo sacaran a la superficie.

Ante la sorpresa del público, el buzo no solo seguía vivo, sino que según cuentan las crónicas de la época, manifestó que “podía estar debajo del agua todo el tiempo que pudiese sufrir y sustentar la frialdad de ella y el hambre”. Para chulo, yo. Con un par.

La demostración había sido un éxito, el buzo fue aclamado y el rey quedó encantado con tan formidable invento, manteniendo D Jerónimo de Ayanz y Beaumont su fama de extraordinario pensador y de adelantado a su época, considerándosele gracias a este invento, el precursor del buceo moderno.

Imagen de la recreación efectuada por la Asociación Amigos del Pisuerga de la gesta realizada por el primer buzo de la historia

Por último, contaros que la Asociación Amigos del Pisuerga ha recreado este logro en el mismo lugar y con el mismo material utilizado en 1602, por supuesto, también con éxito, y que como recuerdo indeleble de esta hazaña, se ha pintado debajo del puente del Poniente un mural conmemorativo fácilmente visible durante un paseo por la ribera del Pisuerga.

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