El Pasaje Gutiérrez


 


Me hace una especial ilusión este post por la simple razón de que el Pasaje Gutiérrez es una de mis zonas preferidas de Valladolid, aunque también creo que es uno de los grandes desconocidos de la ciudad.

Probablemente sea así por los largos años de abandono, o tal vez porque desde las calles aledañas no llama excesivamente la atención, pero claramente es un sitio con un encanto especial, por eso siempre que enseño la ciudad a algún amigo de fuera de Valladolid, esta es una visita imprescindible que sin excepción deja impresionado a mi acompañante, en parte por su belleza, pero sobre todo por la sorpresa que supone encontrarse algo tan fuera de lugar en una ciudad como la nuestra.

A vosotros también os pasa, ¿verdad?

Pues os voy a contar un poco de su historia.

Durante el siglo XIX, y en especial durante su segunda mitad, Valladolid experimentó un enorme progreso económico. Aparejado a este salto hacia adelante, nació la nueva burguesía industrial vallisoletana, que buscando hacer notar su estatus social, y haciendo gala de un enorme dinamismo, pretendió adoptar las costumbres europeas del momento, y con ello, “europeizar” la ciudad, lo que dio lugar en el ámbito arquitectónico, a una gran reordenación del propio Valladolid.

Postal con una imagen del Pasaje Gutiérrez en los años 30

Ahondando en esta idea “europeizadora”, en este siglo XIX estaban de moda las grandes galerías cubiertas que surgieron en París y que no tardaron en expandirse por toda Europa, con el mejor ejemplo de Milán y su “Galleria Vittorio Emanuele II”, y poniendo sus ojos en lo que estaba pasando en nuestro entorno europeo, nuestros paisanos se dijeron, ¿Vamos a ser nosotros menos que Milán?

Esta fue la idea de Eusebio Gutiérrez, quien encargó su construcción, y con quien hay que hacer un pequeño paréntesis para conocer al personaje.

El señor Gutiérrez, de origen cántabro, fue un inquieto comerciante. Hizo fortuna con sus dos fábricas de harina, pero demostrando un gran espíritu emprendedor, también se dedicó a la compra venta de terrenos y a la construcción, era propietario de una ferretería, de una fábrica de aceites y jabones, y de una fábrica de resinas. Además, estuvo encarcelado en su Santander natal acusado de carlista. Como veis, Eusebio Gutiérrez no era de los que se dedicaba a perder el tiempo…

Imagen del Pasaje Gutiérrez en los años 60

Con la creación de esta galería comercial entre las calles Fray Luis de León y Castelar, Eusebio Gutiérrez pretendía unir las zonas de la Plaza Mayor y de la Catedral, que eran las áreas más de moda entre la burguesía vallisoletana, instalando en su interior comercios exclusivos, de alta calidad y con productos recién llegados de otros puntos de Europa, todos ellos especialmente dirigidos a las clases más pudientes de la sociedad vallisoletana.

Aquí os voy a contar un pequeño cotilleo, y con él espero no romper la magia de este lugar. El Pasaje Gutiérrez se construyó en unos terrenos ocupados por viviendas que eran propiedad de Eusebio Gutiérrez en las que se llevaron a cabo obras de reforma en los mismos años en los que se construyó el pasaje.

Todo parece indicar que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y a la vista de que no hay ni planos ni permiso alguno para la construcción del Pasaje Gutiérrez en el Archivo Municipal, el Señor Gutiérrez construyó el pasaje por sus santos coj…, de tal forma que, aprovechando el permiso para la reforma de la fachada y de los interiores de las viviendas de las que era propietario, construyó el Pasaje Gutiérrez saltándose a la torera todas las ordenanzas municipales con la pasividad, y más que posible complicidad del propio ayuntamiento, ya que es difícil creer que nadie se diera cuenta de que se estaba ejecutando una obra de esta envergadura.

Una vez cerrado este apartado de crónica urbanística propia de los años dorados de la Marbella de Jesús Gil, volvamos al asunto en sí.

Imagen del Pasaje Gutiérrez en los años 70

Para levantar el pasaje, encargó el proyecto de construcción a Jerónimo Ortiz de Urbina, nombre que seguro que os suena, porque es el mismo que diseñó el Colegio San José.

Ortiz de Urbina se inspiró en las galerías construidas en Francia, Italia y Alemania, y elige el modelo “beaux-arts” seguido en todas ellas, estilo en el que se combina el arte clásico con las novedades arquitectónicas y tecnológicas, como se observa en la cubierta de hierro y teja de vidrio, y la iluminación a gas de los globos de luz, que, aunque parezca mentira, son los que están colocados hoy día, es decir, no son ninguna réplica.

La construcción del Pasaje Gutiérrez fue muy rápida, las obras duraron poco más de un año, y su inauguración tuvo lugar en septiembre de 1886 con un gran lujo y expectación, incluso se contrató un cuarteto de cuerda para poner banda sonora al evento.

De esta forma quedaba abierto el pasaje, compuesto por dos naves de tres alturas al exterior y dos al interior, que se unían en la rotonda central, la cual está cubierta con láminas de cristal elaboradas en la Real Fábrica de Cristales de la Granja, salvándose el desnivel entre una calle y otra, con unas escaleras con balaustrada y zócalo de azulejos.

Decoración interior del Pasaje Gutiérrez

El primer piso era el destinado a los negocios cuyos clientes eran las clases altas vallisoletanas, en los que los escaparates de las tiendas estaban delimitados por antepechos de hierro separados por pilastras de decoración vegetal que llegaban hasta el segundo piso, que era el dedicado a las viviendas.

Para adornar los techos, se utilizaron pinturas que representaban las bellas artes, la industria, la agricultura y el comercio realizadas por Salvador Seijas, profesor de la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, cuya fama le venía por sus buenos trabajos en portales y locales comerciales, pero sobre todo por su trabajo como caricaturista satírico.

Decoración de los techos del Pasaje Gutiérrez

Para terminar con esta pequeña descripción de lo que nos encontramos en el Pasaje Gutiérrez, en la rotonda que une las dos naves está colocada la escultura de Mercurio, lugar ideal para esta estatua del dios del comercio, que es una copia de la realizada por el autor renacentista Juan de Bolonia, escultura a la que se unen representaciones de las cuatro estaciones en los ángulos. Además, en el balconcillo que sale a la Calle Castelar, hay una escultura de dos niños llevando un reloj.

Como dato curioso para quedar como un señor con vuestros conocidos, si os fijáis, en la puerta de reja de la entrada pone Pasage Gutiérrez.

La explicación por la que se utiliza la palabra “pasage” y no “pasaje” es sencilla.

No se trata de una muestra de “orcografía”, sino que la construcción de este tipo de galerías comerciales era tan novedosa que ni siquiera existía una palabra en castellano para definirla, por lo que se utilizaba la palabra francesa “pasage”. O dicho pronto y mal, está escrito en francés.

Entrada al Pasaje Gutiérrez desde la Calle Castelar

El aspecto que ofrecía el Pasaje Gutiérrez en el día de su inauguración era majestuoso, pero resultó que por dentro no era tan bonito como parecía, al haberse utilizado para su construcción materiales de baja calidad, lo que trajo consigo un rápido deterioro del pasaje.

Por otro lado, la idea de crear unas importantes galerías comerciales al estilo europeo no llegó a funcionar del todo, por lo que poco a poco los negocios instalados en el Pasaje Gutiérrez fueron cerrando y en tan solo treinta años dejó de ser rentable económicamente, cayendo rápidamente en el abandono.

Con el paso de los años, el Pasaje Gutiérrez no terminó de remontar, se abrían y cerraban negocios mientras que su situación empeoraba cada vez más, tanto que su integridad empezaba a peligrar.

Estado del Pasaje Gutiérrez antes de su rehabilitación

Así llegamos al año 1986, año en el que por fin los propietarios ceden el uso al Ayuntamiento, que se puso manos a la obra en su restauración encargando el proyecto a los arquitectos Javier López de Uribe y Fernando Zaparaín, un gran trabajo que finalizó a finales de los 90 del siglo pasado

La restauración resultó todo un éxito.

Si bien no se ocuparon todos los locales, se consiguió revitalizar la zona con la apertura de varios bares y tiendas, logrando que de nuevo los vallisoletanos disfrutasen de este espacio que fue declarado en 1998 Bien de Interés Cultural. No en vano forma un triunvirato con el pasaje de Lodares de Albacete y el pasaje del Ciclón de Zaragoza, como los tres únicos ejemplos de este tipo de galerías que quedan en España.

Ahora que ya conocéis un poco de la historia de este Pasaje Gutiérrez, pasead, observad, y sobre todo, tomaos una buena cerveza para disfrutar de esta pequeña cápsula del tiempo que tenemos en nuestra ciudad.

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