La Casa Luelmo (o Villa Paulita)

 


Pasear por el barrio de Parque Alameda supone volver a los noventa y a la vorágine constructiva en la que entró nuestro país en aquellos años. Sin embargo, existe un edificio totalmente fuera de contexto que no se corresponde con lo que le rodea, como si fuera la última aldea gala frente a esos locos constructores.

Es la Casa Luelmo.

El origen de esta curiosa construcción lo encontramos a finales del siglo XIX.

Como ya os conté al hablar de la Casa Mantilla, Valladolid se encuentra en una época de gran esplendor industrial, eran unos años de novedades y progreso en los que el centro de Valladolid sufrió enormes cambios con el fin de adaptar la ciudad a los nuevos tiempos, y dentro de estos cambios entraban las nuevas costumbres adoptadas por la incipiente y pujante burguesía vallisoletana, entre las que estaba la de ser propietario de una casa en el campo para pasar el verano y los fines de semana fuera de la “gran ciudad”, pero eso sí, sin dejar de estar rodeado de otras influyentes familias con quienes conversar, tejer contactos, hacer cenas de negocios y, cómo no, presumir de casa.

Pero no os penséis que estas casas de campo burguesas se construían en un bucólico paraje alpino o en un acantilado con vistas al mar. Ni siquiera se construían en Cigales.

Quizás os sorprenda, pero a finales del siglo XIX la ciudad de Valladolid tenía su frontera sur en los alrededores de la recientemente estrenada “nueva” plaza de toros, y es justo a partir de este lugar, a lo largo de la extensa llanura en el lado este del Pisuerga, donde la burguesía de nuestra ciudad construyó estas casas de recreo.

Fiel a la moda, el empresario Rufo Luelmo, uno de los más importantes de la ciudad, decidió fijar en este lugar la residencia familiar junto a su mujer, Dª Paula, de ahí que este edificio también sea conocido como Villa Paulita, y que fue el lugar que habitó su hijo, José María Luelmo, famoso poeta vallisoletano y más que digno sucesor de su padre en el negocio agrícola, que llegó a ser con el tiempo, presidente de la Cámara de Comercio de Valladolid.

Imagen de la Casa Luelmo en 1920

La construcción de esta vivienda familiar fue encargada por D Rufo Luelmo al arquitecto Antonio Ortiz de Urbina, responsable del Colegio San José entre otros representativos edificios de Valladolid, construyéndose esta llamativa casa, con la intervención e indicaciones del propio Rufo Luelmo, faltaría más, entre 1907 y 1912, en una finca agrícola propiedad de la familia Luelmo, que era conocida como la granja Minaya.

Para poneros en situación, la granja Minaya era una enorme explotación avícola de 45 hectáreas que ocupaba lo que en la actualidad es el barrio de Parque Alameda, vamos, que los Luelmo no tenían un simple gallinero, razón por la cual esta empresa era una referencia en el sector a nivel nacional.

El matrimonio Luelmo disfrutando de una tarde de verano en el jardín de su casa
 

El resultado de la obra fue uno de los primeros y mayores símbolos modernistas de estilo “art nouveau” de la arquitectura vallisoletana. Distribuyéndose en torno a una escalera central, su superficie de aproximadamente 1.000 metros cuadrados se organiza en tres plantas, a las que se une una torre mirador con dos alturas más que el resto del edificio, una capilla neogótica y el sótano. Todo ello construido con tejas y ladrillos procedentes de la fábrica La Cerámica de Eloy Silió. Vamos, que esta casa es más pucelana que el pan candeal.

En su interior, dos de las plantas contenían salones para las visitas y el tiempo libre y los dormitorios de la familia, la superior se utilizaba como desván y como habitaciones para el servicio, y el semisótano estaba destinado a los almacenes.

El diseño del exterior de la Casa Luelmo tampoco es casual. La entrada al recinto se hacía desde la Carretera de Rueda por un camino rodeado de álamos, desde el que en todo momento se podía ver al fondo la torre mirador, creando una perspectiva realmente bucólica.

José María Luelmo en la biblioteca de su casa en los años 70
 

La casa no sufrió grandes reformas, pero tras la muerte de sus padres, José María Luelmo inició en 1956 una importante remodelación del interior para adaptarla al nuevo uso cotidiano y las circunstancias de la época, modificando la distribución interior, colocando sus características persianas de madera, e instalando un sistema de calefacción. Ya sabéis que los inviernos de Valladolid no son precisamente tropicales…

Con José María Luelmo instalado en la vivienda familiar de forma permanente, la Casa Luelmo vive una época de esplendor.

En lo económico, la granja Minaya marchaba viento en popa, siendo un enorme éxito empresarial la introducción de aves para puesta, pero en el plano cultural no se quedaba atrás.

José María Luelmo, en la fila de atrás, el primero por la izquierda, durante la presentación de una antología de poetas vallisoletanos
 

Esta vivienda se convierte en el referente cultural de la ciudad, no solo por el talento poético de su dueño, sino que, atraídos por este ambiente intelectual creado por su propietario, pasaron por esta casa grandes nombres de la literatura española como Vicente Aleixandre, y eran comunes las visitas de los vallisoletanos Miguel Delibes y Jorge Guillén, quien mantuvo una estrecha amistad con José María Luelmo.

Y así llegaron los años ochenta, cuando se empieza a fraguar el gran cambio.

Obras de urbanización del Barrio de Parque Alameda, con la Casa Luelmo al fondo, en 1996
 

El Ayuntamiento adquiere a los Luelmo la totalidad de los terrenos que en su día constituían la granja Minaya, creando el barrio de Parque Alameda y posibilitando de esta forma la expansión de la ciudad hacia el sur, dejando al matrimonio Luelmo el usufructo de la vivienda hasta su muerte, que llegó en el caso de José María en 1991, y en el de su mujer, en 1996.

Con este último fallecimiento, el Ayuntamiento de Valladolid se convertía en pleno propietario de la Casa Luelmo y se inicia un periodo de rápido deterioro de la vivienda por la negligencia de las autoridades municipales, ya que por la falta de mantenimiento provocaron el crecimiento salvaje de la hiedra, las filtraciones de agua que dañaron la carpintería, las molduras y la escalera de caracol… y tras diversas ocupaciones ilegales, tocó fondo con el incendio de 1998, que causó el derrumbe parcial del inmueble.

 

Afortunadamente, antes de que la pérdida fuera total, las autoridades por fin reaccionaron y llegó la salvación de la Casa Luelmo.

En 2003, el Ayuntamiento de Valladolid cede el edificio a la Junta de Castilla y León para que sea la sede de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, dándole por fin un destino.

Para conseguir que la Casa Luelmo cumpla su función, se lleva a cabo una importantísima, acertada y respetuosa reforma del edificio

Entre los años 2004 y 2006, se lleva a cabo su rehabilitación integral, en la que, basándose en fotografías antiguas, se elimina la reforma de 1956, procurando recuperar el aspecto y distribución original del edificio ideado por Ortiz de Urbina. Para ello, entre otras actuaciones, se construyó una nueva armadura, se reconstruyo la escalera principal, se conservaron las cerámicas y tejas de la cerámica vallisoletana de D Eloy Silió y se pintó con los colores originales, tanto en el interior, como en las carpinterías de madera exteriores.

 

Igualmente, se eliminó el aberrante muro de hormigón que tapaba la visión de la vivienda, cuya instalación debería de estar penada con prisión permanente, recuperándose la idílica vista ideada originariamente por Ortiz de Urbina y Rufo Luelmo.

Una vez finalizadas todas estas actuaciones, la Casa Luelmo se convirtió en la sede de la Fundación Santa María La Real, dedicada a la conservación del patrimonio histórico-artístico, y con esta intervención, no solo se logró salvar un edificio sentenciado, sino que, respetando su estructura original, se adaptó para cumplir un fin y tener una segunda vida, albergando hoy día oficinas, almacenes, salas de reuniones, un salón de actos y una biblioteca.

Ya para terminar, y simplemente como crítica constructiva, creo que se debería de hacer una pequeña limpieza de la fachada del edificio y, sobre todo, liberar el espacio que rodea la Casa Luelmo, ya que actualmente su aspecto, lleno de pintadas y suciedad, deja muchísimo que desear.

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