El Mercado del Val
En estos tiempos de la inmediatez, de las grandes superficies y de la cultura del centro comercial, resiste un reducto de nuevos, veteranos y, ante todo, valientes comerciantes en los alrededores de San Benito, todos ellos defendiendo la “pequeña aldea” de El mercado del Val.
Para hablar de sus orígenes, nos tenemos que remontar en el tiempo a finales del Siglo XIX.
Tras un desastroso siglo, que comenzó con la invasión francesa y que continuó con las eternas luchas entre conservadores y liberales, España acabó de hundirse con las Guerras Carlistas que dejaron una marcada cicatriz en algunos lugares de nuestro país, tocando fondo con la Revolución Gloriosa, el corto reinado de Amadeo de Saboya y la proclamación de la brevísima I República, tras la cual llegó una pequeña época de paz, progreso y concordia con la Restauración borbónica y la llegada al trono de Alfonso XII.
Esta estabilidad política trae consigo inversiones que posibilitan una tardía y desigual industrialización y el consecuente enriquecimiento progresivo de la burguesía española, la cual cada vez tiene un mayor refinamiento y cultura, interesándose cada vez más por las apasionantes novedades de los países de nuestro entorno.
Valladolid no es una excepción. La pequeña y gran burguesía de nuestra ciudad entiende todo lo que tiene que ver con lo europeo como un signo de distinción, pretendiendo “europeizar” Valladolid, de ahí viene la idea de instaurar un nuevo modelo de ciudad con la creación de grandes bulevares, la construcción de edificios como la Casa Mantilla, o de mercados como El Mercado del Val, inspirado en el Mercado de Les Halles parisino.
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Imagen del Mercado del Val en su inauguración |
La idea de crear el mercado del Val, así como sus “hermanos” desaparecidos, el de Portugalete y el del Campillo, surge a mediados del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento pretende evitar la venta callejera, centralizando la venta de productos comestibles en grandes mercados en los que fácilmente se podría llevar un control de calidad y salubridad, para de esta forma garantizar que los productos que llegaban a los vallisoletanos estuvieran en buenas condiciones. Daos cuenta de que si hoy en día una gastroenteritis nos deja “baldaos” una semana entera, en aquella época te podía hacer estirar la pata…
De esta forma, se empiezan a presentar diferentes proyectos, algunos de ellos muy originales, pero sin ningún futuro, al ser considerados demasiado pequeños, como el que se proyectaba en la plazuela de la Red (detrás del Ayuntamiento), por ser poco funcionales, o por no reunir los requisitos mínimos de seguridad en la edificación, hasta que finalmente el Ayuntamiento, encabezado por su alcalde, Miguel Íscar, encarga a Joaquín Ruiz Sierra la elaboración de un proyecto viable de mercado.
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Mercado del Val a finales del Siglo XIX |
Una vez presentado el proyecto, recibe el visto bueno de los representantes municipales, y los obreros se ponen manos a la obra en 1878, pero aquí empieza una obra con más problemas que un programa de reformas sorpresa.
En 1880, tras detectarse ciertos defectos, se elaboran diversos informes municipales que concluyen que el mercado se estaba construyendo fuera de la línea proyectada.
Sin embargo, a pesar de su importancia, este no fue el principal problema del Mercado del Val.
Incluso antes de comenzarse a construir, ya circula por la ciudad un rumor, acrecentado por el altavoz de la prensa local, que decía que este nuevo mercado carecía de la suficiente estabilidad.
Si bien en un primer momento se intentaron acallar estas críticas, lo que en un principio era un rumor, terminó convirtiéndose poco más o menos que el clamor de la grada de Zorrilla en un derbi contra el Burgos, lo que obligó al ayuntamiento a tomarse en serio el asunto.
¿Consecuencia? En Julio de 1881, el Ayuntamiento suspende las obras.
A partir de aquí, se entra en un círculo vicioso de informes favorables, desfavorables, nuevas propuestas…e incluso se llega a considerar seriamente abandonar el proyecto.
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Imagen del Mercado del Val con la cúpula original |
A la vista de todas estas dudas, la corporación municipal decide tomar el toro por los cuernos y toma la decisión de encargar un informe definitivo a un afamado arquitecto de Madrid, Vicente Miranda, quien, siendo favorable a la continuación de la construcción, hace una prueba de resistencia para demostrar que la estructura es estable con un curioso método: simular una fuerte nevada.
Para ello repartió sobre la cubierta del Mercado del Val 400 sacos de arena de 28 kilos cada uno, y tras las mediciones realizadas unos días después, la estructura resistió. Deciros que la prueba tuvo lugar entre el 7 de enero y el 11 de enero de 1882…vamos, que por esas fechas fue un milagro que la nieve simulada no se convirtiera en real…
Así pues, tras todas estas vicisitudes, se continúa la construcción y es por fin en 1882 cuando finalizan las obras y abre el mercado al público.
Lo que se encuentran los vallisoletanos en un claro ejemplo de arquitectura industrial. Construido principalmente de hierro y con una profusa utilización del cristal, su planta rectangular de 112 metros de longitud, está cubierta con una cúpula de teja plana y una estructura metálica que se sujeta con columnas de fundición, accediéndose a su interior a través de las cuatro puertas colocadas en cada uno de los ejes, a lo largo de los cuales se colocan los puestos de los comerciantes, situándose una fuente en su cruce para darle un toque de belleza al mercado.
Además, se utilizaron modernas técnicas para la época en la que estamos para garantizar el buen estado de los alimentos que se vendía en este lugar, como la instalación de una celosía metálica en el arranque del ventanaje superior, consiguiendo de esta forma una perfecta circulación del aire y una óptima ventilación.
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Entrada al mercado desde San Benito, donde se lee el año de su inauguración, 1882 |
Un detalle. En las cabeceras se colocó el nombre Mercado del Val y 1882, año en el que se construyó este lugar. Ambos carteles permanecen hoy día en el mismo lugar como pequeño homenaje a su historia, no en vano, tras la desaparición de sus “hermanos”, el mercado de Portugalete y el del Campillo, es el mercado más antiguo de Valladolid.
A pesar de las pruebas favorables y el éxito de la apertura del Mercado del Val, el primer retoque no tardó en llegar.
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Imagen del Mercado del Val, ya con el tejado actual |
La primera reforma tuvo como objeto uno de los elementos más característicos del Mercado del Val original, su gran cúpula central, acristalada y de casi 22 metros de alto, que supuso en su momento un gran reto arquitectónico. Debido a los problemas de estabilidad que generaba esta enorme cúpula, y ante el riesgo que suponía el desprendimiento de una cúpula de estas dimensiones, en 1900 se termina por retirar, sustituyéndola por una cubierta a dos aguas con un lucernario a ambos lados.
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Mercado del Val en los 70, donde se puese observar el deterioro que sufría |
A partir de aquí, llegan tiempos tranquilos, pero el deterioro que va sufriendo el Mercado del Val por el transcurso de los años, obligan a que en 1981 se lleve a cabo una reforma total para reparar desperfectos y actualizarlo, volviendo a abrir en 1983.
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El Mercado del Val durante la reforma de 1981 |
Y por fin llegamos a la última, la más importante y radical reforma.
En 2013 se instala un mercado provisional en la Plaza del Poniente para que los comerciantes pudieran seguir manteniendo su trabajo mientras se ejecutaban las obras de esta profunda reforma que finalizó en junio de 2016 y que dejó el aspecto que tiene hoy día el Mercado del Val.
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Imagen del mercado provisional instalado en la Plaza del Poniente durante la rehabilitación del Mercado del Val |
Tras estos duros tiempos para los valientes comerciantes del Mercado del Val, cuando el 30 de noviembre de 2016 se reabrió al público, se pudo ver que ahora sí estábamos ante un mercado del Siglo XXI y que el esfuerzo había merecido la pena.
Esta última reforma integral dotó al mercado del Val de un diseño más moderno, luminoso y amplio, y supuso la modernización del edificio, convirtiéndolo en el primer mercado bioclimático de España, objetivo que se logró con el uso de tecnologías pioneras como la fachada adaptable al clima, materiales que permiten la autolimpieza o la utilización de energía geotérmica.
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Imagen del interior del Mercado del Val tras la reinauguración |
Pero lo más importante fue la reorientación del modelo de negocio, al estilo del Mercado de San Miguel de Madrid, de tal forma que, junto a las carnicerías, pollerías, pescaderías y charcuterías de toda la vida, convive un supermercado en el sótano y alrededor de cincuenta puestos gastronómicos con una extensa oferta en los que se puede cenar, tomar unas tapas, unas cervezas o un café, en un entorno maravilloso, que ha dado una segunda vida a este “abuelo” de la arquitectura vallisoletana.
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